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Cultural

Anna Hazare el nuevo Gandhi de la India

agosto 23, 2016

Su nombre es Anna Hazare. Tiene 74 años y no solo se viste de blanco como Mahatma Gandhi, sino que también usa la misma estrategia serena y pacífica que en su tiempo usó el líder nacionalista en su lucha por la independencia de la India: la huelga de hambre. El motivo de la protesta de Anna Hazare es el de acabar con la corrupción en el país a través de la instauración de leyes más severas que las que están en vigencia actualmente, así como la aprobación de medidas que permitan la investigación del primer ministro y de parlamentarios acusados de corrupción.

Después de trece días sin comer, siete kilos menos y con la salud delicada, Anna Hazare decidió culminar el domingo su huelga de hambre aceptando un vaso con agua de coco y miel de dos niñas, una musulmana y otra hindú. El Parlamento, finalmente, había aceptado apoyar las exigencias del activista.

Esta no ha sido la primera huelga de hambre de Hazare. En abril de este año, el activista hizo, por el mismo motivo, una que duró menos de una semana, pues cuatro días después de iniciada, el gobierno cedió y le concedió a Hazare el derecho de participar de la redacción de la propuesta de una ley que crearía una organización independiente para investigar a los políticos acusados de corrupción. La versión final del proyecto fue presentada este mes, sin embargo, no permitía tocar al primer ministro y a algunos políticos. Como era de esperarse, Hazare no estuvo de acuerdo y volvió al ayuno.

La corrupción en la India es un problema grave que puede afectar el crecimiento del país. Los escándalos se desataron el año pasado, cuando se dio a conocer que funcionarios del gobierno se apropiaron de casas que, supuestamente, deberían ser entregadas a viudas de las víctimas de guerras. La situación es tan crítica que hasta el mismo responsable de una comisión anticorrupción fue acusado de corrupción.

Actualmente en la India se tiene que pagar sobornos para hacer trámites sencillos, como lograr una partida de nacimiento, un brevete para conducir, un diploma, una partida de defunción, registrar una casa, abrir un negocio… Como siempre, la corrupción termina afectando a los más débiles. La bonanza del crecimiento económico del país no llega a los bolsillos de los más pobres y la brecha entre adinerados y endeudados solo aumenta.

Cualquier semejanza con el Perú es mera casualidad, caros lectores. ¿Habrá quien se anime a empezar su huelga de hambre?

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